Hoy me siento como Woody Allen en Manhattan. Capítulo I:
Cómo comienzan las cosas? Como comienza una historia de amor cuando todo se ve
tan…¿? No comprendo este mundo como Woody, más allá de sus perversiones Nabokovnianas,
no comprendía Manhattan.
Esta era para mí se divide antes y después del amor, la Roma
derruida de Calígula y su caballo montado por la locura y la vacuidad (A Calígula,
no al caballo).
Agoniza el erotismo, o tal vez, yace bajo una lápida con una
inscripción borrosa que reza…in memoriam y no me di cuenta.
No comprendo este tiempo cosificado, como, aun hoy sigo sin
comprender el uso de los cajones. ¿Qué se guarda en un cajón? Cuál es la lógica
y el concepto? Y por sobre todas las cosas…quién los inventó y donde está escrita la ley que dice: en este cajón van las
medias a la derecha y el corazón dobladito a la izquierda. En este los calzones
y en el de abajo el sexo casual, desamparado y la neurosis junto a una porción rancia
de fainá. En el de arriba las camisas y los abrazos abandonados, ahí sí, donde
nadie los vea porque, por esa lógica que no comprendo, la ternura se convirtió en
vergüenza y símbolo de debilidad.
Me resisto a cosificar la vida, el amor, el erotismo. Me
revelo y me rebelo incierta, desubicada, fuera de tiempo pasado y presente.
Ay Simone! ya no es el cuerpo el que me muerde, no, hoy me
muerde este mundo y hasta por momentos, me muerdo yo misma para no dejarme
llevar por el cinismo.
Quizás la esperanza se remita a esa última frase:
Tienes que tener un poco de fe en la gente. No todo
se corrompe.
Quizás…
Mercedes Mayol
11/07/16
Sentires de medianoche, pero sin París.
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